Tenemos marcado en nuestro calendario anual días que conmemoran acontecimientos significativos para la sociedad, como el pasado seis de diciembre que celebramos los treinta y un años de nuestra querida Constitución; reivindicativos, el uno de Mayo Día Internacional de los trabajadores; equitativos, Derechos Humanos; preventivos, Contra la Violencia de Género, SIDA, Cáncer… etc.
Pero el que más llama mi atención, por la importancia de su significado, es que el nueve de diciembre se ha proclamado “Día Internacional Contra la Corrupción”. Es un claro síntoma de que la falta de escrúpulos y el mangoneo, no tiene raza, color, ni nacionalidad. Lo hay y en abundancia, desdibujando la integridad de cualquier punto de la cartografía mundial.
Haciendo un gran esfuerzo y asumiendo que la corrupción está consolidada en la sociedad, nos planteamos si el problema es vírico, bacteriano, o más bien, una pandemia extendida por la falta de personas valientes y honestas que adviertan de la gravedad del contagio para que se les pueda dispensar una buena receta.
En nuestro país, desde 1996 hasta marzo de 2004 con el gobierno de Aznar, la Fiscalía Anticorrupción se mantuvo en estado vegetativo, y después de la liberación del suelo del PP, la especulación inmobiliaria anidaba en los despachos más influyentes, moviendo incesantes cantidades de dinero, que llenaron los bolsillos y cuentas bancarias de abusones empresarios y cargos públicos, que supuestamente velaban por los intereses de los que les dieron su confianza.
La entrada de los socialistas al Gobierno no los amedrentó en sus malversaciones, pues para entonces ya se sentían perpetuados con su poderío conseguido, disfrutaban de un aberrante estatus económico y se encontraban con la suficiente influencia para pensar que estaban por encima del bien y del mal. Pero…. la avaricia rompe el saco.
Desde 2004 la Policía Nacional ha realizado 232 operaciones contra la corrupción, han incautado bienes valorados en más de 3.000 millones de euros y han detenido a 943 personas, de las que 560, están concentradas en Madrid, Málaga, Sevilla y Baleares.
El Ministerio del Interior en los últimos años, ha reforzado las unidades especializadas en este tipo de delitos, como la Unidad Contra la Delincuencia Económica y Fiscal, la Brigada de Delitos Monetarios, la del Banco de España, la Unidad Adscrita a la Fiscalía Especial Anticorrupción o la recién creada Brigada Central de Blanqueo de Capitales.
Felicitamos a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, su eficacia demuestra la salubridad de la que estábamos tan necesitados. Ahora nos toca a los ciudadanos, ser capaces de expresar la total animadversión hacia estos amigos de lo ajeno, no podemos participar en hacerles héroes y alabar lo listos que son, después de que han desplumado las arcas que llenaron con el dinero de nuestros impuestos. En nuestras manos está que no sean un ejemplo a seguir.
Pero el que más llama mi atención, por la importancia de su significado, es que el nueve de diciembre se ha proclamado “Día Internacional Contra la Corrupción”. Es un claro síntoma de que la falta de escrúpulos y el mangoneo, no tiene raza, color, ni nacionalidad. Lo hay y en abundancia, desdibujando la integridad de cualquier punto de la cartografía mundial.
Haciendo un gran esfuerzo y asumiendo que la corrupción está consolidada en la sociedad, nos planteamos si el problema es vírico, bacteriano, o más bien, una pandemia extendida por la falta de personas valientes y honestas que adviertan de la gravedad del contagio para que se les pueda dispensar una buena receta.
En nuestro país, desde 1996 hasta marzo de 2004 con el gobierno de Aznar, la Fiscalía Anticorrupción se mantuvo en estado vegetativo, y después de la liberación del suelo del PP, la especulación inmobiliaria anidaba en los despachos más influyentes, moviendo incesantes cantidades de dinero, que llenaron los bolsillos y cuentas bancarias de abusones empresarios y cargos públicos, que supuestamente velaban por los intereses de los que les dieron su confianza.
La entrada de los socialistas al Gobierno no los amedrentó en sus malversaciones, pues para entonces ya se sentían perpetuados con su poderío conseguido, disfrutaban de un aberrante estatus económico y se encontraban con la suficiente influencia para pensar que estaban por encima del bien y del mal. Pero…. la avaricia rompe el saco.
Desde 2004 la Policía Nacional ha realizado 232 operaciones contra la corrupción, han incautado bienes valorados en más de 3.000 millones de euros y han detenido a 943 personas, de las que 560, están concentradas en Madrid, Málaga, Sevilla y Baleares.
El Ministerio del Interior en los últimos años, ha reforzado las unidades especializadas en este tipo de delitos, como la Unidad Contra la Delincuencia Económica y Fiscal, la Brigada de Delitos Monetarios, la del Banco de España, la Unidad Adscrita a la Fiscalía Especial Anticorrupción o la recién creada Brigada Central de Blanqueo de Capitales.
Felicitamos a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, su eficacia demuestra la salubridad de la que estábamos tan necesitados. Ahora nos toca a los ciudadanos, ser capaces de expresar la total animadversión hacia estos amigos de lo ajeno, no podemos participar en hacerles héroes y alabar lo listos que son, después de que han desplumado las arcas que llenaron con el dinero de nuestros impuestos. En nuestras manos está que no sean un ejemplo a seguir.